miércoles, 25 de noviembre de 2009

# Guantánamos de cercanías. Por Carmen Calvo Poyatos

Este 25 de noviembre subo al blog un artículo publicado hoy en elpais.com.
Porque esta es también la violencia de género: esa otra que está tan aceptada socialmente, que tanto chiste genera, que tan hipócritamente sigue permitiendo la Administracion, y que todas y todos vemos diariamente en los clubs de carretera, en las periferias de nuestras ciudades...: el tráfico de mujeres para ejercer prostitución en los países ¿desarrollados?

EL GUANTANAMO NUESTRO DE CADA DÍA:

Sí, son los antioasis de las sociedades democráticas avanzadas en progreso económico y en desarrollo humano, nuestros Estados de derecho. Esos lugares denominados eufemísticamente de diversas formas, en fin: los prostíbulos. A la vuelta de la esquina de nuestros hogares, en cualquier punto del camino de nuestras carreteras, hay espacios donde se ejerce lo que muchos quieren seguir etiquetando como "el oficio más antiguo del mundo". ¿Quién se inventaría esa forma de denominarlo? Sin duda, lo podemos llamar la esclavitud más antigua de la humanidad, aquella que conllevaba violar y utilizar sexualmente a las esclavas cuando había esclavos, y esclavitud, y aunque sólo fuera por esto, ésa debería ser su denominación.

La trata de mujeres es, junto con los asesinatos, la mayor violencia de género imaginable

No se oyen gritos contra estos Guantánamos de cercanías. Quizá porque al denunciarlos, tendríamos que imputar a todos los gobiernos, a todos los países, a todo un mundo donde hay cientos de miles de mujeres y menores, secuestradas, engañadas, vendidas, compradas y prostituidas. Como siempre, y esto también es muy antiguo, son las más pobres, débiles y analfabetas. A todo esto le llamamos trata: tráfico de seres. Sí, es ese viejo horror que no está tan lejano en el espacio, en los llamados paraísos. ¿Quién le llamará a esto paraísos de turismo sexual? ¿Quién le llamará a esto turismo? No, no están lejos, están a veces muy cerca. Hay mujeres privadas de libertad ilegalmente, maltratadas, es decir, torturadas y obligadas a ejercer el susodicho oficio, al lado de la esquina, es decir, en verdaderos Guantánamos con todos lo requisitos para serlo. Aunque son, en cifras, muchas más en todo el mundo, las que pueblan estos Guantánamos no oficiales.

Crece la trata, porque crece la prostitución en el mundo, en este mundo nuestro, donde otras mujeres ya compartimos conocimiento, poder e influencia con los varones. Qué esquizofrenia es esta que nos aqueja cuando, al tiempo, se incrementa la clientela de este horror, que representa la peor consideración de nosotras, de nuestros cuerpos, de nuestras libertades, de nuestra ciudadanía -ciudadanía, por cierto, aún no conquistada formalmente por muchas mujeres todavía en el mundo-. ¿Qué ocurre aún en el imaginario masculino sobre nosotras? Tradicionalmente divididas entre indecentes y honradas, esa división la articulaba la sexualidad: por un lado, las que disponían libremente de su sexualidad no eran decentes, y por otro, las que encerraban su sexualidad al servicio del matrimonio y de la seguridad de la herencia genética de los hijos de sus maridos, y éstas si eran decentes y honradas.

Hace años, cuando algunas comparábamos el terrorismo llamado político con el terrorismo que sufren muchas mujeres en su condición de tales, llegó el grito de algunos al cielo. Decían: "¿Cómo pueden comparar cosas sacrosantas de la política con asuntos privados de las parejas y de las mujeres?". El tiempo pasó, y hoy ya todos sabemos que hay más asesinatos terroríficos de mujeres, como final de verdaderos calvarios personales a manos de sus parejas, que muertes del terrorismo oficial. Son muchos también los que sin hipocresía ya llaman terrorismo machista al asesinato de mujeres por violencia de género.

Estamos necesitadas de la terminología oficial de un mundo aún conformado por palabras, conceptos, ideas y símbolos procedentes del abrumador y tradicional peso de los varones en la conformación oficial del mundo. Digo oficial, porque el mundo y la vida de verdad la hemos construido todos, y todas, aunque con desiguales resultados y beneficios para unos, y otras.

Nosotras, hemos aprendido todo en un mundo patriarcal, pero cada vez más las mujeres no son sólo discípulas, algunas también son faros de conocimiento en muchos órdenes. ¿Están dispuestos los varones a aprender de las mujeres? La igualdad de la que venimos hablando los últimos 200 años, no consiste en acoplarnos las mujeres al mundo oficial hecho históricamente por los hombres. Esto va, sobre todo, de trastocar, innovar, y pactar nuevos abordajes de la realidad. Todos ganaremos especialmente en justicia, porque justo será compartirlo todo.

Por ello sería conveniente que revisáramos, entre todos, cómo podemos ser ciudadanas y al mismo tiempo, en este siglo, tratadas como objeto de tráfico y trata, para la prostitución y explotación; cómo la clientela de toda esta miseria humana crece en vez de lo contrario. No obstante, las mujeres procuraremos ser eficientes, y para ello, a este criminal asunto, a partir de ahora, propongo, le llamemos, Guantánamos cotidianos, Guantánamos de esquina, Guantánamos de cercanías, a ver si así avanzamos más rápido en atajarlos. Esclavas del siglo XXI, esclavas por ser mujeres, niñas y niños de los que se puede abusar sexualmente mediante pago. La más horrible de las transacciones, porque no vamos a llamarle mercancía al hecho de tener en verdaderos limbos ilegales a miles de mujeres traficadas, literalmente secuestradas para ofrecer sexo obligado.

Pero la sexualidad es cosa esencial, y la libertad sexual más, y en la dignidad de las mujeres está la base de su ciudadanía en el mundo, y por ello, éste es un enorme tema digno de estar con letra mayúscula, en el principal sitio de la agenda política. Junto con los asesinatos, ésta es la mayor violencia de género imaginable.

Carmen Calvo es presidenta de la Comisión de Igualdad del Congreso de los Diputados, y ex ministra de Cultura.


martes, 17 de noviembre de 2009

# ALCOHOL, ATENUANTE EN CASOS DE VIOLENCIA

Fuente: GARA, edicion digital. 16 noviembre 2009

Itziar ZIGA (*) I Escritora feminista

Nosotras también bebemos y tenemos arrebatos, pero no matamos

Cuando las mujeres hemos sido históricamente objeto de deseo... parece que no pasaba nada. Cuando somos sujeto de deseo, ya somos putas y, por lo tanto, estamos expuestas a todo

La tarde del lunes 9 de noviembre tuvimos la oportunidad de entrar al juicio por el asesinato de Nagore Laffage. Salimos de la sala después de las 20:00 horas tan estremecidas y heladas como la noche. Mucho se ha hablado estos últimos días sobre las circunstancias que rodearon al fatídico encuentro entre Nagore y su asesino torturador, pero en una sesión del juicio volvimos a escuchar demasiados detalles, probados o inventados, sobre la cantidad de alcohol que pudo ingerir José Diego Yllanes antes de acabar con la vida de Nagore.

Los brutales hechos que se juzgan sucedieron el 7 de julio de madrugada. Cualquiera que conozca esta ciudad en tales fechas, coincidirá con nosotras en que la mayor parte de la población se encuentra en un estado intensamente etílico y, sin embargo, no matan. Si no, los sanfermines serían una auténtica carnicería. Y no es el caso. Nosotras mismas, sin vergüenza alguna, reconocemos que regresamos a casa algunos sábados haciendo eses, pero jamás agredimos a nadie ni se nos pasa por la cabeza matar. Si alguien al emborracharse saca su lado más violento, es su responsabilidad mantenerse abstemio y acudir a terapia para tratar de controlar su agresividad.

Consideramos que debe reformarse el Código Penal para que el alcohol deje de ser un atenuante cuando se juzga a alguien que ha cometido un crimen teniendo en cuenta que, si hablamos del Código de Circulación, el haberse tomado unas copas es agravante, incluso delito en sí mismo. Si matas a otra persona con tus manos, por lo tanto intencionadamente, pero borracho, te rebajan la pena. Si lo hace igualmente borracho, pero atropellándole con el coche, digamos que sin querer, te aumentan la condena. Pero al margen de esta imprevisible revisión del Código Penal, hay otro tema que nos enoja y entristece mucho.

Es espantosamente injusto para Nagore Laffage y para su familia y allegados que se debata tanto sobre la cantidad de alcohol que tomó su asesino para tratar de, en cierta manera, exculparlo o justificarlo. También es indignante que pagar 126.853 euros en concepto de reparación disminuya la pena. Esta claro que la justicia es diferente para la gente rica y la pobre.

En la sala del Juzgado, si cerrabas los ojos, podía tratarse de un juicio por asesinato de un hombre a otro hombre, una mujer a otra mujer, de un atraco... Detalles y más detalles sin análisis ni discurso sobre la desigualdad de género.

Lo que debería haberse juzgado esos días es la conducta de un hombre que no quiso aceptar la negativa de una mujer y la mató. Y, de alguna manera, debería reconocerse públicamente que no fue el alcohol lo que impulsó a José Diego Yllanes a terminar de una manera tan sádica con la vida de la joven Nagore Laffage, sino el machismo.

La cultura de la masculinidad violenta que demasiadas veces sigue imperando en nuestra sociedad y que convierte a un hombre en un macho capaz de matar por el simple hecho de que una mujer decida lo que quiere o no hacer con su propio cuerpo. De nada de esto se ha hablado en el Juicio de Nagore, a pesar de los numerosos estudios, investigaciones y aportaciones de profesionales especialistas en violencia machista.

Con este juicio, en vez de avanzar en la conquista de nuestros derechos, podemos retroceder. La lección dice: chicas, no os vayáis con cualquiera; chicas, no hagáis lo que os dé la gana... de nuevo la sexualidad ligada al miedo.

Alguna gente se llega a plantear: ¿y por que subió al piso? ¿Era ligona? Esto último se planteó en el propio juicio.

¡Basta, por favor! Cuando las mujeres hemos sido históricamente objeto de deseo... parece que no pasaba nada. Cuando somos sujeto de deseo, ya somos putas y, por lo tanto, estamos expuestas a todo.

Sólo si nos dejamos de etílicas e insultantes justificaciones y afrontamos los hechos desde su raíz (el machismo una vez más) esta horrible tragedia servirá un poquito para que todas y todos reflexionemos sobre el modelo de sociedad que deseamos y quizás seamos más responsables y más libres.

(*) Firman también este artículo: Silvia Fernández (historiadora feminista) y Julia Munarriz (trabajadora social feminista)