sábado, 21 de mayo de 2011

# “Democracia Real YA” y Mujeres

Atentas y activas permanecemos muchas a este movimiento 15 M. Interesadas por la ya famosa indignación que nos ha llevado a esto, y expectantes (yo al menos) por las consecuencias de mañana pero, mas allá, por la concreción de las propuestas  incipientes.

No hay prisa por esa concreción, las mujeres sabemos de la paciencia, el proceso será mas efectivo en tanto en cuanto acordemos firmemente, aunque sea, unos mínimos. Hágannos caso. Sí, a las mujeres.

Consecuencias:

La primera consecuencia, que ya me parece positiva estos días, es la movilización en si misma. Pues da pie a que hablemos, nos sentemos en estas asambleas, participemos.
La segunda, que hasta ahora es un movimiento pacifico. Las mujeres sabemos también de revoluciones pacifistas, háganme caso de nuevo.
La tercera, y esto no es el brikidance, pone de manifiesto que no es únicamente en el ámbito de lo institucional donde se hace ciudadanía. Mensaje éste especialmente dirigido a partidos políticos y medios de comunicación de masas. Me encanta…aunque en estos dos últimos espacios, las mujeres no tenemos experiencia ninguna…..vuelvan a hacerme caso…

Del patio a la plaza”: como aquel librito delicioso de Ballarín.

Tomar las plazas significa recuperar estrategias de la más primitiva democracia: las idealizadas ágoras de la época clásica, aunque hoy sea con tenderetes de plástico y redes wifi.
Lo cual no significa que algunas cosas permanezcan. Tampoco hoy, como en el s.V antes de nuestra era, ocupan las plazas todas las personas indignadas, o no al menos estos días.
Pienso en personas que, aun queriendo, no pueden hacerlo. Por necesidades prácticas y por falta de empoderamiento.
 Granada, Plaza del Carmen
Necesidades prácticas:

Mientras unas/os miles estamos en las asambleas, en los mítines o en Internet leyendo blogs, hay otras tantas que necesitan de cuidados básicos. De esos tan básicos tan básicos que a menudo ni vemos: levantarse, lavarse, comer, desahogarse, medicarse, descansar, jugar, llorar, etc. Y por estas personas necesitadas de cuidados hay otras miles, menos visibles todavía, que estos días procuran su tiempo y trabajo en atender esas demandas. Las cuidadoras. Quienes aguantan las legítimas indignaciones de las personas dependientes a su cargo, las de los y las demás, pero que no cuentan siquiera con el tiempo para descargar o canalizar las suyas propias, las cuales acaban mutando en sus cuerpos en forma de mil dolores pequeños. Tan pequeños tan pequeños, que nadie los vemos, aun cuando estos pequeños dramas bloquearían todos los twitter reunidos geyper.

Falta de empoderamiento:
 
Las de antes son invisibles, aunque muy de vez en cuando se miden (cuando se calcula el trabajo reproductivo en el PIB, cuando se analiza de forma oportunista la ley de dependencia, etc). Sin embargo, hay otras miles que, incluso teniendo la oportunidad de ser visibles y estar, son, (somos), incapaces de verbalizar nuestra indignación. No creemos que nuestras propuestas vayan a ser de interés; como dice Lagarde, a las mujeres nos cuesta pensarnos como representantes de otros y otras. Únicamente cuando escuchamos nuestras ideas en boca de ellos nos indignamos de vuelta con nosotras mismas….rebajando aun mas los propios umbrales de empoderamiento. Y nos volvemos a casa, indignadas con nosotras mismas, alimentando a los dolores pequeños, y deseando que, esta vez, los nuevos soplos de ciudadanía, se acuerden de nosotras.

Indignada:

Pero no se acuerdan, amigas. Sobrados ejemplos tenemos en la historia, revoluciones sociales en las que, participemos a no, siempre estamos de segunda en las vindicaciones. A menudo apuesto por no participar en foros mixtos, me indigna desgañitarme a argumentos razonables que luego nunca se recogen en los manifiestos, me indigna que estemos siempre en la intendencia y no en las portavocías, que poblemos el voluntariado y no las decisiones. Incluso últimamente hay algo que me indigna aun mas que el techo invisible: el acantilado de cristal, ¿conocen el fenómeno, verdad?.

La consecución de derechos para las mujeres siempre ha sido competencia de mujeres, ya lo sabemos. Y bastante bien nos va en las últimas décadas, francamente. No dejo  de compararme con las condiciones de mi abuela y pienso en la de éxitos de la lucha.

Granada, Plaza del Carmen

Desvictimizando:

No obstante, hay otras veces, como ésta, en que vuelvo a apostar por intervenir en espacios mixtos. No porque tenga esta vez especial esperanza en ser oída, sino por la responsabilidad que siento en dar voz a las que no pueden venir (yo misma tendré dificultades para “estar” cuando nazca el Lacasito); y por trabajar mis deberes para con el empoderamiento, individual y colectivo, denosotras las mujeres.

Silvia Molina Castaño